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Al día siguiente esta chica volvió a estar presente en el salón a la hora de limpiar. Como siempre vistiendo con su extremadamente cortito jumper que me pone bien bellaco. Esta vez yo tenía unas cabronas ganas de darle una clavaíta bien rico.
Al verme, Carina me pidió que la volviera a ayudar en un problema verbal. Volví a llevar mis pervertidas manos hacia sus muslitos y
los sobé muy suavemente. Carina me reclamó ¿ Por qué la estaba sobando sin ayudarla?. Lo que me dejó sin palabras. ¿Qué carajos de álgebra sabía yo? Ahí fue que mi pervertida malicia se iluminó, era el momento de tomar ventaja y lograr mi propósito. Le indiqué que ella tendría la capacidad de resolver el problema por sí misma al inyectarle un elixir del conocimiento que nosotros los hombres producimos.
Así que la nena se interesó. Le pedí que se levantara de su sillita y se quedara de pie semi recostada del pupitre. Yo le seguía sobando esos muslitos tan tiernos, mientras lo hacía me bajé la bragueta, me saqué mi morronga y la froté contra las nalguitas de Carina.
La chica reaccionó sorprendida, me reclamaba, yo le explicaba que ese era el instrumento para aplicar el elixir. A de que por el lado de su panticito comencé a penetrarla con mi rebozante moronga. Exclamó con voz entrecortada que ese proceso era doloroso. La calmé indicándole que el resultado valdría la pena.
Cuando mis berrendos cojones hicieron contacto con sus delicaditas nalguitas una despiadada lujuria me invadió y sin piedad comencé a sacarla y a meterla vigorosamente. Carina se sentía bien apretadita gemía desesperadamente.
Mi barrena del amor la taladraba sin piedad, supurando pequeñas cantidades de néctar de macho. Ella me reclamaba que si faltaba mucho por terminar pues le estaba doliendo mucho. Yo continuaba con mi inhumano y cruel castigo.
De repente, sin poderme contener, mis bolas pelúas descargaron una cataplasma breática de esencia de puro macho en Carina.
Me aparté de ella y proseguí con mi labor, ella se sentó e intentó resolver el problema sin éxito. Me reclamó y la tranquilicé al decirle Que tuviera paciencia, que ése elixir tardaría en hacer efecto.