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Llegué nueva a este colegio, de traslado. El día de la matrícula fui solita a la academia, noté que todos los empleados eran machos que me miraban con deseo. Pasé a la oficina de director, un tipo que no inspiraba me confianza. Inmediatamente el director clavo su vista sin disimulo fijamente sobre mis muslitos, tal vez fue por lo cortito de mi faldita. Él me orientó acerca de los reglamentos y términos. El término que más me llamó la atención fue que las únicas alumnas que se le permite el uso de cortitos uniformes son las poseen lindas figuritas, pues era el método que la administración usa para inspirar a la facultad a realizar mejor su trabajo. A esas alumnas se le conocen como el grupo Elite. El director necesitaba verificar si yo cualificaba para dicho término. Iniciamos el cotejo, me solicitó que me sentara en la sillita una vez más, pero que cruzara mis piernitas y las moviera rítmicamente lo que provocó que mi faldita se subiera más dejando al descubierto mas de mis muslitos. El director fijó su vista en mis piernitas, entró en un trance, lo poseyó una bellaquera intensa, comenzó a babearse, a sudar. Sin disimular llevó su mano al bolsillo y se tostoneó su maceta venosa. Pasados 6 minutitos, observé una mancha que emergía de los pantalones del director, parece que eso lo despertó del trance bellacal. Inmediatamente me exigió me ubicara al frente de su escritorio. Así lo hice. Noté que de frente había una cámara montado sobre un trípode grabando. Le pregunté y respondió que debía grabar todo el proceso de matrícula. En ese momento pagué la cuota de matrícula. -Ahora debo corroborar la suavidad de tu piel- me indicó, y sin decoro llevó sus robustas manos a mis muslitos los sobó y los apretó con mucho ardor y fogosidad. -Son suaves, tersos, lozanos. La facultad se inspirará mucho cuando vean a una nueva alumna del grupo Elite vistiendo cortitos uniformes- me señaló.
Seguido comenzó a dar lengua, a chupar y a lamber mis muslitos supuestamente debía corroborar su sabor. Mientras me daba brocha caliente, sentí que uno de sus dedos se resbaló alcanzando mis gajitos. Fue un resbalón muy astuto, pues apartó el obstáculo que mis panticitos le imponían y lo metió profundo en mi chochita. Le reclamé y me indicó que además debía probar mis juguitos chochales. Estuvo retorciendo esos dedos sin compasión hasta que logró ordeñar mi néctar de juventud, el cual llevó en su dedo empapado y lo chupó desesperadamente, degustando así mi esencia, exclamando que eran sabrosos. Procedió a notificarme que había cualificado, el proceso de matricula había finalizado.