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Los otros días un maldito mosquito me picó cabronamente duro, muy cerquitita de una de mis nalguitas, mi maestrito se percató de que me rascaba desesperadamente y me llamó.
Cuando fui a su escritorio, él me solicitó que le mostrara, en dónde el malévolo mosquito me había picado. Le mostré, e inmediatamente, llevó su brusca mano sobre la ronchita, y con uno de sus dedos, comenzó a frotármela vigorosamente. Noté que lo hacía con mucho apetito lascivo. Me dijo que iba a hacer todo lo posible para aliviar mi picazón. Así que se acercó a mi muslito y comenzó con su babosa lengua a lamberme mi ronchita. Le apelé que eso, era incorrecto. Pero el me dijo que la salivita de varón tenía unas propiedades anestésicas, y como soy una nena muy obediente, no refuté lo que me dijo. Así, que me estuvo dando lengua durante 11 minutitos mientras me sobaba mis muslitos. A lo que le cuestioné… ¿por qué está sobando mis muslitos tan arrebatadamente? A lo que respondió: son masajes para estimular tu circulación, eso ayudará a disolver en tu sistema el anticoagulante que el mosquito te inyectó. Es lo que causa la picazón.
Pero algo no me cuadraba, él me estaba manoseando con esta única fogosidad, esta única jodía bellaquera, que me estaba haciendo encabronar.
De repente, se bajó la bragueta, y se sacó la más nauseabunda y pestilente morronga que jamás haya visto. La colocó entre mis muslitos y comenzó a puñetiarla ferozmente mientras la rozaba entre mis muslitos. Sentí, cómo a los pocos minutitos, ésa morronga comenzó a supurar babita de pingo entre mis muslitos. Eso me encabronó, lo que me llevó: a refutarle otra vez: ¿Qué coños tiene que ver esa morronga frotándose lascivamente entre mis muslitos?
Mi maestrito volvió a responder con otra pendejá que no creí.
Dis que, Su extracto de cojones, poseía grandes cantidades de catalizadores para picadas. Por lo tanto, tan pronto su rebosante cabeza comenzara a supurar las primeras gotas del extracto de cojones, él tenía que frotarme la ronchita con ello. Dis que, los espermatozoides reaccionarían ante la roncha, metiéndose a través de la picada y neutralizando cualquier infección. Sip… bien cabrón.
Pero, como soy una nena muy respetuosa y obediente, no me resistí.
Permití que mi maestrito me untara todito ése bálsamo de macho en mis nalguitas y mis muslitos.