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Hubo una mañana en que quería realizarme una trenza. Así que antes, de ir, al colegio, comencé la labor. Por lo general, Aidita y Alexa siempre me ayudan, pero ese día, según papi, ambas se habían ido para el colegio dis que, con nuestro tío. Así, que mi papito lindo, oportunamente, se prestó para ayudarme. Yo no quería, pues, conozco sus lascivas y pervertidas intenciones, ya que en ocasiones, él se cura con Aidita, se la chupa y la soba, dice que ella es la más dócil y dulce. A Alexa se la pasa toítos los días sobándole y lambiéndole los muslitos, metiéndole la morronga en su boquita, y a veces se la clava bien duro. Dice que ella es la más calientita y la más putita. El está loco por clavarse a mi amiguita Monét, ya que las pelinegras lo enloquecen. A mí se refiere, como la más obediente, pero bien malcriahíta.
Como esa mañana, según mi papito lindo, ninguna de mis hermanitas estaba dispuesta, y él no había satisfecho su jodía bellaquera matutina, se aprovechó de mi necesidad y comenzó a hacerme la trenza, pero me cogió de pendeja. A toda prisa me realizó múltiples trencitas, pues no estaba pendiente una puñeta, a lo que estaba haciendo. Mi papito, estaba bien distraído con lo cortito de mi faldita, contemplando mis piernitas. Él tomaba pausas para sobarme mis muslitos, deshonrar el resguardo que me brindaban mis panticitos, y meter su mano entre mis nalguitas, para así, consumir esa jodía bellaquera que tanto lo consumía. Pero como soy una nena bien obediente y disciplinada, me quedé bien calladita y tranquilita, aunque, eso me tenía bien encabronaíta, pero más me molesté, cuando vi, que mi papito lindo había hecho lo que le salió de los cojones. Me hizo muchas trencitas, y yo solo deseaba una trenza.
Lo que él buscaba era curarse conmigo, así que se arrodilló detrás de mí y comenzó a lamberme bestialmente mis carnosas batatitas, mis voluptuosos muslitos, hasta alcanzar mis firmes nalguitas. Entre ellas metió su babosa y pulposa lengua, y comenzó a darme una brocha bien libidinosa. Sentía cómo mis nalguitas, quedaban bien lubricaditas y mojaítas. Yo quería que él se detuviera, pero yo, respeto a mis mayores, pues soy una nena muy obediente y disciplinada. Así, que dejé, que mi papito lindo siguiera curándose conmigo. Mientras él, me daba mucha brocha caliente, él alcanzó con sus dedos, mis gajitos. Yo intentaba restablecer la protección que me brindaban mis panticitos, pero mi papito, lo impedía. Así que él, la emprendió frotando atrevidamente mis gajitos, hasta que logró hacer, que mi chochita segregara borbotones de fluidos chochales.
Así que mi papito lindo quedó bien satisfecho, se fue a trabajar y yo, bajé a la sala a esperar por la guagua escolar con mis nalguitas bien lubricaditas por la lengua de mi papito. Allí me encontré a Alexa y a Aidita, también esperando, y me reclamaron que, por qué razón, no las había llamado para ayudarme con la trenza.