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Estaba en esa fila en un fast food en el mall esperando para ordenar pues no deseaba almorzar en el colegio. Me toca el turno y me percato que había olvidado mi carterita en el casillero. En la fila se encontraba mi bellaco vecino, el camionero quien oportunamente se ofreció a pagarme la órden. Ese vecino tiene unos terribles deseos por clavarme despiadadamente. Hoy no es mi día de suerte pues llevaba puesto el jumpercito mas cortito que tengo y unos zapatitos con plataforma. Y para colmo, como toditos los calurosos veranos, yo no llevaba panticitos, ni brasieres puestos pues el calor es terrible. Con mi órden servida me dispuse a almorzar. El muy cabroncito se sentó junto conmigo. Deseaba que no estuviera, pero se mantuvo en silencio, tasándome, ligándome por debajo de la mesa sin disimular. Estaba en un trance de bellaquera estrepitosa. Finalicé, tomé mi soda y me dispuse a marcharme. Repentinamente, el muy bellaquito se levantó y se arrimó a mi, sentí su caliente mano sobre mis nalguitas, que me las comenzó a sobar y a apretar bien iracundamente. Sentía cómo esa lasciva y lujuriosa, mano se deslizaba entre mis firmes nalguitas. Volteé mi cabecita y con mis grandes ojitos, enfoqué al depravado. Ignoró mi indignación, es un sobervio, un bellaquito y enfermito que siempre me ha deseado. Cada vez que me ve, me toca y me soba. Eso me encabrona. ¡No me gusta que este tipo me sobe! El estaba disfrutando de la delicia de mis muslitos y mis nalguitas. ¡No paraba! Pero como soy muy obediente y disciplinada, me quedé quietecita esperando por la empleada del mostrador a ver si me ayudaba. Rogaba que llegara, para poder quitarme de encima a este jodío bellaco enfermito. Pero la empleada no aparecía. Había unos obreros de la construcción, sentaditos cerquitita de nosotros. Los muy cabroncitos no hicieron un carajo por ayudarme. Por el contrario, sacaron sus móviles, y comenzaron a tomar videítos de la escena. Y luego, uno al otro, comenzaron a puñetiarse en pleno fast food. Creo que, eran bixesuales, o mariconcitos. Me acordaron el grupo Village People. El vecino seguía recreándose conmigo, sentí 2 incómodos dedos, que penetraron entre mis redonditas nalguitas. Pode sentir, cómo esos 2 sátiros y lujuriosos dedos se retorcían adentro de mí, como si fuesen, dos sanguijuelas. Luego, deslizó sus degenerados dedos, hacia mis gajitos, mis rodillita se aflojaban. Allí comenzó a frotarlos poderosamente, sin compasión, y mientras lo hacía, el muy degenerado, me susurraba al mí oído… ¡Quédate quietecita nena, que estoy teniendo un berrendo orgasmo a través de mis dedos!
Un lapachero de jugo de adolecente empaparon las manos del camionero. El tipito se llevó los dedos chorreados con mis fluidos chochales, a su boca y los paladeó, los saboreó. Me dijo que eran sabrosos, más que los de mis hermanitas, Alexa y Aidita. Eso era lo que el buscaba, probar mis néctar. Seguido, el camionero regresó a la mesa, recogió su orden, y mientras se iba, me miraba bien libidinosamente, mientras seguía chupándose sus dedos, bañaditos con mis juguitos chochales. Tengo que cuidarme de él. Pues uno de estos días, me va a coger, y me va a clavar bien duro. Algo que no me gustaría, es quedar bien preñaíta por este degenerado.