Sofía Merced
acontecimiento redactado.
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Hace unos días, después de finalizar la clase, yo me encontraba terminando una tarea especial, en el saloncito de ciencias, mientras el profe, supuestamente, cotejaba unas asignaciones. Como el día estaba caluroso, no me puse panticitos. Mi amiguita Monet me estaba esperando en el pasillo para irnos de compras al mol.
Me percaté de que el profe, me estaba ligando de reojo, haciéndose el que estaba corrigiendo unos exámenes. Tenía mis piernitas cruzaditas, lo que hacía que mi faldita se subiera mas, parece que eso lo puso bien bellaquito.
El profe me miró de arriba abajo, me tasó con mucha fogosidad. Sé que él deseaba acariciar y sobar mis tonificadas piernitas; mis voluptuosos muslitos, y chupar mis redonditas y firmes nalguitas.
El tiempo pasaba, yo no tenía ganas de escribir un carajo. Lo que me llevó, a demorarme mucho. Tal parece que la impaciencia dominó a Monét, lo que la llevó a entrar al salón para averiguar qué me estaba atrasando.
No me había percatado, que cuando Monét entró a cuestionarme por mi atraso, yo estaba en mi pupitre en una posición, en la que mi faldita, dejó visible lo más deseable para cualquier degenerado.
El profe, me sermoneó, me indicó, que hasta que yo no terminara, no saldría del saloncito. Y me encabroné demasiado, yo solo quería irme con Monét de tiendas.
El profe, percibiendo mi negatividad, oportunamente se aprovechó. Me propuso un trato. Que le consintiera sobarme mis muslitos y mis nalguitas durante unos 10 minutitos. Después me podría marchar. Eso no fue de mi agrado, pero acepté…
Entonces, el muy cabroncito plantó su áspera mano sobre mis firmes y redonditas nalguitas, e introdujo dos de sus carnales dedos en mi intimidad. ¡Eso me encabronó!
Monét me confesó, que Eso mismo él se lo había hecho esta mañana, introdujo sus dedos en ella y los estuvo retorciendo durante 20 minutos...
Yo estaba muy encabroná. Lo miré con mucho desprecio y enojo, pero, como soy una nena muy obediente, y no me gusta faltarle el respeto a los mayores; me quedé quietecita.
Monét miraba fijamente, como esos dedos me penetraban, y gozaban de mis gajitos.
El profe perpetuó su placer, enterrándome sus bellacos dedos durante 17 minutos. Los empujaba completitos, y los sacaba bañaítos con mis juguitos chochales. Una y otra vez. Hasta que me causó un esplendor de placer, que yo, no deseaba. Sus pícaros dedos, estaban repletos de mis jugos chochales de adolecente. Mis rodillitas me temblaban.
El profe se llevó los dedos, humedecidos con mi néctar de adolecente, y los chupó con un ardor, que cayó en un trance de lujuria y bellaquera. Al instante, el profe, me permitió irme, pero exigiendo, que mañana a la misma hora tenía que ir a continuar la tarea.
Audio de lo ocurrido
Dedos imprudentes