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En la academia ampliaron el currículo al añadir danza moderna. Yo soy el maestro contratado para ofrecer el curso.
La clase se ofrece en horario después de las clases regulares lo cual causa que mi sesión sea con chicas selectas.
Tengo esta nenita, Sofía, nueva, que se había dado de baja de la escuelita de baile en la ciudad. Ella es bien chulita bien coqueta; me pone nerviosito.
Siempre llega media hora antes que las demás con su trajecito muy cortito, sin leggins y con sus leg warmers. Es la única que se niega a usar los leggins, dejando al descubierto su delicada piel deseable al tacto.
Eso me enciende una jodía bellaquera que me pone a sudar, me incita a tocar y a sobar; a chupar y a lamber; a clavar sin misericordia. Ella, siempre se me acerca, muy cerca con la intención de hacerme alguna pregunta tonta, o alguna ridícula petición.
Ella me seduce mostrándome ese deseable muslaje, llevándolo al contacto con mis manos. Tímidamente voy acariciando esos muslitos, son suaves, lambibles. Eso agita mi pulso, incrementa mi sudor, ella percibe mi clamor por satisfacer la lujuria que me atormenta. Mi pingo comienza a supurar baba de cojón, mancha mis calzoncillos.
Cada vez que mi mano recorre la suavidad de Sofía, mi subversivo y perturbador pingo supura más y más baba de cojón. Me le acerco y pregunto susurrando: ¿Te gusta? Ella me ofrece una sonrisa condimentada con una coqueta y amorosa picardía. Eso me destroza, incrementa a tal intensidad la lujuria que termino almidonando mis calzoncillos al momento que las otras chicas llegan. Esa es mi penitencia cada tarde.