× Una mañanita fui al dentista para un chequeo de rutina. Me gusta que mis dientecitos estén bien saludables.
El consultorio estaba vacío, eso es algo muy raro, pues se llena terriblemente de pacientes. Me percaté, que los dos pendejitos chupa bolas asistentes dentales, estaban cuchicheando mientras me miraban entrando a la salita de espera.
Ambos rápidamente, se acomodaron, uno detrás del mostrador y el otro, detrás de la puerta. Los pude escuchar haciendo comentarios lascivos, calientes y depravados acerca de cómo me veía con mí cortita faldita de Mahón. Los 2 tipitos, repetían que estaban deseosos por palparme para comprobar, si la suavidad que ellos estaban viendo era cierta. Pero lo decían en voz alta para que yo, los escuchara. Los ignoré y me senté en un banquito. Crucé mis piernitas, lo que causó que mi faldita se trepara más, dejando así al descubierto toda la carnosidad de mis muslitos.
Lo que causó una reacción lasciva en ambos una jodía bellaquera, que sin temor alguno y con el más intenso descaro, plantaron sus depravadas manos sobre mis muslitos y comenzaron a sobarlos vigorosamente.
Yo me encabroné y los amonesté, pero los tipitos se encontraban en un trance lascivo agudo. Metieron sus manos entre mis muslitos, buscando alcanzar mi chochita. Pero apreté mis muslitos para que no pudieran tocármela.
Uno de los depravados comentó… Son más suaves de lo que yo esperaba. El otro le expuso que mi ternura y suavidad eran increíbles.
Yo reñí por quitarme esas lascivas manos de encima de mis muslitos. Pero ellos eran muy persistentes. Seguían sobándome toíta con una desesperación carnal intensa. Me tenían bien encabronaíta.
La recepción estaba vacía. Estaba yo solita con estos dos bellacos que seguían sobándome. ¿Por qué la recepción estaba vacía? Me preguntaba seguidamente.
Repentinamente, los 2 pervertidos salieron de la oficina y se sentaron, uno a cada lado de mí. Eso me hizo entrar en un pavor horripilante. Me preguntaba,
¿Qué carajos se traían estos 2?
Entonces, se sacaron sus venosas salchichas del amor y comenzaron a frotármelas sobre mis muslitos. Yo trataba de impedirlo, pero esas morrongas al poco rato, comenzaron a supurar mucha de la pegajosa babita de pingo sobre mis piernitas. Yo estaba bien encabroná, pero como soy una nena muy educadita, disciplinada y obediente; decidí quedarme calladita y tranquilita. Tal parece, que eso puso bien bellaquitos a los 2 asistentes que, descargaron una cuantiosa cantidad de cremita de macho sobre mis muslitos y mis rodillitas. No conforme con eso, comenzaron a sobarme los muslitos con esa leche de macho como si fuera una crema embellecedora. Me decían que los pondría más suaves y lustrosos.
Después de satisfechos, los 2 puñeteros se levantaron y me informaron que tenía que irme, pues el doctorcito no vendría. Ellos habían enviado a todos los pacientes a sus casas hacía una hora. Pero que cuando me vieron llegar, decidieron callar y retenerme un ratito, para compensar sus más impuros y sucios deseos lascivos conmigo.