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Durante la hora del almuerzo todas debemos permanecer en la glorieta. Cierto día decidí no seguir las reglas y me quedé paseando por los pasillos con tan mala suerte que cuando subí por las escaleras me topé con el jardinerito, el maestrito bellaquito de física y el enfermito de profe de arte. Son un trío que se la pasan juntos. Ellos me rodearon e increparon: -¿Qué tú haces aquí?-
Yo permanecí calladita, pues ellos saben que soy una nena que no me gusta causar problemas. Tomaron ventaja de ello. El jardinero tomó su Smartphone y me sacó varias fotos, disque para evidenciar mi falta. El maestrito de física sujetaba una yarda ajustable y la colocó sobre mi muslito y comenzó a frotarlo lascivamente exclamando: -esta prietita sí que es bien deseable, bien clavable-
El jardinerito comentó: -se ve bien apetitosa vistiendo con ése diminuto uniforme, causa que su muslaje se vea bien embellacador. Me dan un cabronas ganas de darles brocha caliente hasta que mi lengua quede árida y mi boca seca. -
Seguido comenzó a sacarme videítos. Ante mi silencio, el maestrito de arte se me acercó y me quitó con su boca la ramita que yo llevaba en la mía. El me aplicó brocha babosa y caliente en mis labiecitos a la vez que me sobó vigorosamente mis muslitos y mis nalguitas. Yo permanecí calladita y quietecita, eso detonó una intensa lujuria en el maestrito de física, que usando su yarda, logró violar la seguridad que me ofrecían mis panticitos dejando al desamparo mis tiernos gajitos. Él me frotó despiadadamente mis gajitos con esa infernal yarda hasta que consiguió ordeñar mi chochita. Su yarda quedó bien mojadita con mi caldo de juventud. El jardinerito que emanaba de su ser pura obscenidad, se arrimó detrás de mí y comenzó a darme un chino bien cabrón. Su mamerro latía y pulsaba; buscaba escaparse de su prisión para meterse sin consentimiento y despiadadamente entre mis nalguitas. El maestrito de física tiró su yarda y también se pego a mí como una hedionda lapa. Ellos me rodearon lo que terminó en 3 pares de lascivas manos sobándome toíta y sus lenguas recorriendo todo que encontraron al descubierto. El jardinerito sacó su gorda morronga y la frotó desesperadamente entre mis gajitos, mientras que el maestrito de física lo hizo desde al frente. Pude sentir como ambas morrongas colisionaron en varias ocasiones, yo evité en todo momento que me metieran sus hediondas y sudorosas morrongas en mi intimidad. Pero en un instante de descuido ambas morrongas se enterraron profundas en mi juventud. Mis ojos se torcieron. Deseaba pedir ayuda, pero como soy una nena que no me gusta causar problemas, me mantuve calladita y tranquilita mientras ese dúo me clavaba despiadadamente y sin misericordia. El maestrito de arte se mantuvo todo el tiempo besándome, chupándome la lengua y sobándome mis muslitos y mis nalguitas. El timbre que anunciaba el fin de la hora del almuerzo, no sin antes haber sentido un chorro de algún fluido de macho descargar en mí. Si quedé preñaíta… ¿de quién será?