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Hace algunos días, Raiza, una de mis estudiantes fue atrapada publicando en las redes las respuestas de una prueba final. Como reprimenda la enviaron a cumplir con 14 horas de servicio comunitario al finalizar cada día de clases. Es una de las nenas que siempre viste con estos minúsculos uniformes que dejan mostrar ese rollizo muslaje que ella posee. Me la paso ligándole sus voluptuosos muslitos, y sus mamables tetitas. Tenía conocimiento que esa penalidad le afectaría con sus prácticas del equipo de voleibol así que le propondría un trato; que yo podía reducirle el tiempo que duraría su sanción. Solo ella debía que satisfacerme hasta la saciedad toditos mis impuros y lascivos deseos que yo tuviera contra ella. Llegó el día primero de su penalidad, antes de pasar a mi área le propuse el acuerdo, la nena se mostró molesta, inconforme; pero se resignó y acepto con tal de salir más temprano para así poder asistir a sus prácticas. Entramos a mi laboratorio, sin encomendarme a ninguna deidad llevé mis desesperadas manos sobre ésos besables, lambibles, chupables muslitos y deslicé lascivamente mis lujuriosas manos sobre ellos, los sobé como si fueran masa para hacer pan. Luego los besé y los lambí hasta dejarlos empapados de mi baba de macho viril. Pasado 15 minutos, la dejé ir a su práctica de voleibol. Durante los siguientes 5 días de la penitencia, volví a sobarla todita y le chupé y lambí sus batatitas y sus muslitos, hasta su nalgaje. Fui hasta sus tiernos labiecitos y le planté un jodío beso de lengua; metí mi robusta y carnosa lengua (que es bien larga y gorda) profundo en su delicadita boquita, hasta palpar sus amigdalitas. Estuve degustando, saboreando esa suculenta boquita durante 20 minutos. Esa tarde ella salió hacia su práctica, bien molesta, se fue refunfuñando.
Los siguientes días, improvisé. Deseaba probar su chochita; luego de haberla besado, sobado y chuparla todita, me arrodillé frente a ella y comencé a darle brocha caliente en sus muslitos, hasta que llegué a su intimidad. Con el talento y agilidad que mi lengua tiene, removí sus panticitos para así lograr tener acceso a sus tesoros vulváticos.
Ella se encaró en una intensa lucha para que yo no pudiera, pero tuve éxito, alcancé sus gajitos y los chupé vigorosamente, luego, despiadadamente y sin misericordia empotré mi carnosa y larga lengua muy profunda en la intimidad de Raiza. Retorcí mi robusta lengua adentro de ella tan, y tan, y tan intensamente, que obtuve sus lujuriosos jugos chochales, los cuales tragué y degusté. El último día de su penalidad me estaba dando un gusto bien cabrón le estaba dando brocha caliente entre sus gajitos, mientras chupaba logré ordeñar sus juguitos chochales, cuando los estaba saboreando, la muy mariconcita, me soltó un jodío chorro de meao caliente y amargo que me ahogó, me salió hasta por la nariz, pero aún así, no me despegué de esa chochita hasta que ella terminó es escurrirse. Ella muy contentita se colocó sus panticitos y se marchó. A los pocos segundos el director se comunica conmigo por el intercom. Le pregunté si lo había visto a través del las cámaras de vigilancia. Contestó: -sí, estoy tan satisfecho que acabo de puñetiarme salvajemente. Lo grabé todo.
-profe. Inventaré otro castigo para ella y te la enviaré, solo que esta vez quiero ver que te la claves bien duro, despiadadamente como hiciste con la que le reventaste las hemorroides-