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Me encontraba en la clasecita de aritmética. Mi maestrito siempre escribe en la pizarra problemitas extremadamente difíciles. El sabe que soy la única que puedo resolverlo por lo que siempre me envía a la pizarra. En el trayecto de mi pupitre hacia la pizarra, mi maestrito, fija su pervertida mirada en mis muslitos, tal vez porque mi jumpercito es bien cortito o tal vez porque le apasiona sobarlos y lamberlos. Puedo percibir como de mi maestrito emana un puro e intenso deseo lascivo por sobarme toíta. Tan pronto comienzo a resolver el problemita, las ásperas y robustas manos de mi maestrito se posan sobre mis muslitos y comienza a sobarlos desesperadamente, con mucho frenesí. Recorre desde mis rodillitas, mis muslitos, hasta mis nalguitas alcanzando disimuladamente mis gajitos los cuales frota bárbaramente. Mis compañeras de clases se molestan con el maestrito pues con sus actos lascivos no permite que me concentre y explique con claridad el problemita. Algunas de ellas se ofrecen a ser sobadas y lambidas por él para que me deje quietecita, pero a la que mi maestrito desea es a mí. El es muy astuto, no permite que lo resuelva, si lo logro, el muy cabroncito añade mas pasos al problemita, complicándolo para que me tome más tiempo y él extienda su deleite conmigo, consumiendo así todo el periodo de clases. Lo que mis compañeras desconocen es que al finalizar el día mi maestrito me facilita las respuestas para las pruebas las cuales saco partida al vendérselas a las demás chicas.