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Hace un tiempo realicé una sesión fotográfica en la academia. Las chicas tuvieron la autorización de vestir ropa casual cuando se presentó esta nena vistiendo una cortita faldita de mahón. Me desvivo por las chicas que visten dichas falditas en combinación con suecos de madera. Me encienden una incontenible jodía bellaquera.
Me ingenié un método que me permitiera palpar esas piernitas, apretar ese muslaje.
Disimuladamente me le acerqué con la intención de manipular sus poses. La sujeté por su pierna y la coloqué en una pose. Ella sonrió conmovedoramente, no la sentí molesta.
La acomodé en diferentes poses, la toqué todita. Su piel era suave y tersa.
Ella me desconcentró, se me hizo muy difícil la sesión. La coloqué en otra pose, mientras lo hacía me aproveché y le sobé lascivamente esos deseables y besables muslajes.
Disfruté de un sendo placer. Fue la primera vez que sobé a una de estas chicas. Ella permaneció tranquilita, calladita y muy dócil.
Ella sonreía con una expresión adornaba por una coquetería innata que desataba un terrible deseo carnal. Mi pervertida mente no soportó tanto castigo, terminé la sesión me fui al baño y me puñetié despiadadamente.