×
Me encontraba realizando mis labores de limpieza en el salón de física. Cuando entra en él esta nena. No debía haber chicas en el plantel, hacía una hora que la faena académica había terminado, pero esta no se había ido.
Ella se pavoneaba de un lado a otro. Esa cortita faldita dejaba al descubierto muchas curvas tentadoras. Mis ojos, guiados por mi pervertida esencia, se clavaron en esos suculentos muslitos. No sabía que carajos la mantenía en el salón. Fingía que buscaba algo. Yo sabía que me estaba provocando. Mi pulso aumentó. Me puse bien bellaco. El impulso por tocar se incrementaba. Yo estaba bien desesperado y ansioso. Ella continuaba caminando de un lado al otro. En ocasiones colocaba un pie en una silla mostrándome esa provocadora curva que su muslaje delineaba.
En otras, se inclinaba. Las apetitosas curvas de su nalgaje era expuestas. Mi mamerro comenzó a insistir en salir de mis calzoncillos y restregarse sobre ese muslaje, alcanzar ese nalgaje, burlar la seguridad que sus panticitos le brindaban, para despiadadamente clavarse en su intimidad. La chica me estaba causando un terrible conflicto. Volvió a pavonearse caminando frente a mí. Solté la escoba y mi pervertida mano de deslizó hasta alcanzar la tonificadas nalguitas de la chica las cuales sobé desesperadamente. Esperaba la pronta respuesta de ella, tal como un pescozón, a cambio se viró hacia mí y con su dulce voz increpó:
- Toítas esos obscenos, desvergonzados y lujuriosos deseos que están pasando por tu cabecita te los concederé durante 20 minutitos si me facilitas las llaves del escritorio del profe.-
Suertudo yo, siempre cargo las llaves de todo.