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Monét es toda una empresaria. Sus amigas le habían solicitado que consiguiera las respuestas de la prueba final de física para negociarlas, así que Monét se lo propuso. Esperó interceptar al profe y lo logró antes de la clase y le hizo una propuesta. En muchas ocasiones este profe había disfrutado de las seductoras curvas de la chica.Le apasionaba acariciarle sus muslitos, nalguitas y tetitas.
Monét le sacaba mucho provecho a esa obsesión que le tenía el profe. Así que Monét le propuso una lujuriosa y sabrosa oferta; el tipo le daría las repuestas a cambio de que la nena, como de costumbre le permitiera sobar y lamber sus encantos. Pero el profe, que le tenía unas terribles ganas, optaba por subir el volumen. Esta vez le exigió le ordeñara con su tierna boquita su estaca del amor.
Eso a Monét no le agradó, pero por negocios, ella aceptó; fueron al baño de la facultad y allí la chica se arrodilló y su profe se sacó su morronga y tímidamente la metió en la cálida y húmeda boquita de la chica.
Monét exclamó que esa morronga estaba apestosita, sudorosa y pegajosa, pero aún así,
la nena estuvo ordeñando esa morronga venosa durante 40 minutos.
Monét degustaba ese sabor a macho mientras que su boquita se aferraba vigorosamente a ese vil y cruel mamerro que latía con desesperación.
Cuando el profe no aguantó más, sus berrendos cojones bombearon todo ese chicloso y espeso extracto de macho gallardo profundo en su gargantita haciéndola que se ahogara en varias ocasiones.
Antes de que la nena escupiera ese consumé de hombre, el profe le exigió que para concluir el trato, ella tenía que mantener su suero de cojón en su boquita hasta que finalizara el periodo de la clase, que él iba a estar pendiente que esa crema de pelotas se mantuviera durante toda la clase en la boquita de ella, que cada vez que la mirase, él tenía que verla degustando y saboreando esa leche hombruna.
Que al finalizar la clase él debía ver que su leche de pingo estuviera en la boquita de Monét.
Eso molestó a la chica pues cada periodo de clases dura una hora.
Pero ese era el trato si deseaba las respuestas.
Pasado 20 minutos, la clase comenzó. Monét llegó aguantando ése emplasto de macho cabrío en su boquita. Estaba pálida, aguantar ese consumé de macho durante tanto tiempo le estaba revolcando su estomaguito.
Sus amigas le preguntaban ¿qué le pasaba?
Ella se mantenía en silencio. El profe la miraba y ella comenzaba a saborear, a hacer buche, a degustar.
Mantener ésa cataplasma de brea blanca se hacía un imposible. Su salivita la duplicaba.
Monét tenía unas cabronas ganas por vomitar. El profe la miraba… a degustar.
Así continuó la clase durante 1 hora. El profe no perdía de vista a Monét. La hizo degustar y saborear su leche de cojón más de 35 veces.
Pero por negocios, la nena no flaquearía.
Terminó la clase y todos se fueron, menos Monét. Era el momento d corroborar. El profe exigió ver el contenido cataplásmico en la boquita de la chica. Mostró Monét una burbujeante, pastosa y chiclosa cataplasma de elixir de procreación en su boquita.
El profe le recordó a ella que todavía faltaba la clase de laboratorio, allí concluiría el trato, dicha clase era dentro de 2 periodos.