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Hace unos días y tuve que ir al laboratorio de ciencias pues mi maestrito desesperadamente, me había mandado a buscar para discutir, supuestamente, mi progreso académico. Allí, oportunamente para él, se encontraba solito. Lo noté nerviosito, su mirada estaba fija hacia mis muslitos, y sin pensarlo mucho, soltó el rollo. Me dijo que yo era su mejor estudiante, que mi promedio era excelente. Pero, que no podía aguantárselo más, que tenía esta única jodía bellaquera conmigo, que le carcomía los sentidos y lo llevaba a puñetiarse de dos a tres veces al día a nombre mío.
Me dijo, que el verme diariamente con mis cortitas falditas lo ponía bien bellaquito.
En la clase yo había notado que siempre él me buscaba con la mirada y siempre me quería ubicadita cerquitita de él. Cuando yo me sentaba en alguna de las banquetitas, rápidamente, el llevaba su mano a su bolsillo, alcanzaba su morronga y comenzaba a apretarla despiadadamente hasta que se notara una mancha, ahí entendí lo de puñetiarse de 2 a 3 veces al día.
Por lo menos lo hacía 2 veces en el laboratorio mientras yo estaba.
Vi la oportunidad de sacar provecho y le pregunté. ¿Qué quieres hacer, Qué deseas en lo más profundo de tu pervertida cabecita?
Mientras le cuestionaba, mi maestrito deslizaba su lujuriosa mano por mis muslitos, sobándolos, sintiéndolos. Podía sentir su pulso exaltado a través de su mano. La otra mano la metió entre sus pantalones y comenzó a puñetiarse despiadadamente, haciéndose mucho daño.
Yo sabía que el motivo de discutir mi progreso era una pantalla, una falsa. Mi maestrito me confesó que deseaba sobarme, besarme y lamberme toíta. ¡Eso lo podemos negociar!, te puedo conceder 2 de tus 3 impuros y bellacos deseos, a cambio de que tú me des acceso a las respuestas de las pruebas de la clase para vendérselas a las mas brutitas. Le respondí.
En eso su lasciva mano, se infiltró a través de mis panticitos y alcanzó mis gajitos; los cuales frotó vigorosamente hasta que supuraron los juguitos chochales de adolecente. Estaba a punto de venirme bien cabrón, sentía una jodía flojera en mis rodillitas. ¡Nombra tus 2 bellacos deseos! Le grité antes de desplomarme.
Inmediatamente mi apasionado y bellaquito maestrito, pidió hacer esto todos los días a esta misma hora. Mientras mi respiración jadeaba de placer, yo le respondí; ¡no todos los días!; solamente será cuando haya prueba; y vendré 5 días antes de la misma. Mi maestrito estuvo de acuerdo. ¡Hicimos negocio!
Yo me marché tambaleándome y mi maestrito se llevó a su boca sus dedos empapados por mis juguitos chochales y los chupó frenéticamente.