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Llegué tempranito como de costumbre a mi próxima clasecita. El maestrito de esta clase es un jodío bellaquito bien enfermito. Se la pasa ligándonos, nos obliga a sentarnos en las primeras filas pa'poder hacer cerebrito cuando nuestras falditas se trepan al sentarnos.
El muy enfermito se percató de una herida que he había hecho en mi muslito derecho. Ardía un cojón. El tipito se aprovechó y me propuso curarlo. Como ardía mucho acepté. El sacó de su escritorio un ungüento, se me acercó y con su voz de tronera me dijo: -Tranquila bebé, me haré cargo de esa herida.-
Me agarró la piernita que tenía la herida y la sobó bien lascivamente, se lo estaba disfrutando, pero como soy una nena bien discreta y reservada me quedé calladita y serenita.
Seguido, se me arrimó aún más, y me lambió mi herida, dis que porque el ungüento era más efectivo al combinarlo con salivita de hombre. Pero de mi herida pasó a darle brocha a toíta mi piernita. Le reclamé y me indicó que ése método ayudaría a relajar mi piernita.
Luego introdujo su obscena y robusta mano entre mis muslitos alcanzó mis panticitos, los removió y tocó mis gajitos.
Le volví a reclamar: -La herida no se encuentra ese lugar-
Me recalcó que necesitaba ordeñar mis juguitos chochales para combinarlos con la pomada, que sería mucho más efectivo. Como soy una nena bien discreta, me quedé calladita.
El bellaquito maestrito retiró sus dedos repletos de mis juguitos chochales, los frotó suavemente sobre mi herida y preguntó: -¿Alguna mejoría?-
-No-
el maestrito me miró, sus ojitos brillaron complementados por una sonrisa cargada de lujuria, separó mis piernitas se me acercó y sin misericordia me dio brocha caliente y babosa en mis gajitos. Fue tan salvaje que el ruido que producía se escuchaba al pasillo.
Mis rodillitas fallaron, tuve que sujetarme de los anaqueles a causa del berrendo orgasmo que me provocó. Repentinamente el maestrito llevó su gruesa lengua repleta de mis juguitos chochales y lambió vigorosamente mi herida mientras se puñetiaba despiadadamente su mamerro. En un movimiento desesperado, mientras berreaba sustrajo su venosa morcilla y la ordeñó sobre mis muslitos, tomo la pomada y la mezcló con su leche de macho bellaco y frotó mi herida y todos mis muslitos con ella.
Preguntó: -Mejoría- -Sí, pero, ¿Por qué sobre todos mis muslitos?- Es para prevenir infecciones-