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Cada vez que deseo salir a la calle, tengo que pasar un calvario con mi sobreprotector padre. El inspecciona el largo de mis falditas antes de que yo pueda salir de casa. Siempre es la misma ostia. La misma disputa. Que si, mi faldita está muy cortita. O que si mi jumpercito está muy provocativo. Pero a él no se le puede reclamar, porque, que cada vez que me preparo para salir a la calle, el se encuentra sentado muy cómodamente en la sala, con su güeba pelúa al aire, acariciándosela iracundamente.
La trifulca inicia cuando me reclama: -para dónde vas con esa faldita tan cortita. No te das cuenta que la calle está repleta de machos depravados, que intentarán amasajarte tus deseables muslitos.-
Siempre es la misma jodienda. Tengo que explicarle que nadie me pondrá un dedo encima. Entonces, él planta sus manos en mis muslitos, y me dice: -Mira lo protegida que estás.- Y comienza a sobarme mis muslitos, dis que, mostrándome qué haría un pervertido si me intercepta. Me reclama: -El muy sátiro, te sobaría así tus batatitas, tus muslitos y tus nalguitas.- Y mi papi, procede a sobarme intensamente durante 6 minutitos, para que entre en razón. Sé que mi papi me adora y desea protegerme.
Le reclamo inmediatamente, que nadie me va a sobar como él me está mostrando. Entonces me reitera: ¡qué tal, si luego, te lambe bien lujuriosamente tus muslitos!-
Entonces, el procede a chuparme y a lamberme los muslitos, mis batatitas y mis nalguitas para mostrarme. Tengo que calmarlo respondiéndole, que nadie, me va a lamber así, como él me está mostrando.
Pero no conforme, me agarra fuertemente por mi cinturita, y me sienta sobre su güeba, y me dice: -¿qué tal? Si te agarra por tu cinturita y te empuja su güeba. ¿Sientes la mía como crece y busca meterse en tu chochita?-
Entonces, tengo que tranquilizarlo una vez más, le indico, que nadie me va hacer lo que él me está exponiendo.
No conforme con mi respuesta, él comienza a culetiar vigorosamente, mientras me sujeta fuertemente por mi cinturita, hasta que su pingo se para. Ahí es cuando, mi papi me remueve el resguardo que me ofrecen mis panticitos, y entierra despiadadamente su morronga en mi chochita, para mostrarme lo que un pervertido me podría hacer, si salgo con esa faldita tan cortita.
Lo intento calmar una vez más. Pero eufóricamente me recalca: -¡Pero mi niña! Qué tal si el desgraciado, se eslecha, y te bombea toda ésa emulsión de cojones profundo en tu chochita… ¡mira así, así…!- Entonces mi papi, berriando como un toro semental, bombea toda su crema de macho profundo en mi chochita.
Me suelta, y me levanto de su falda, aún con mi chochita, chorreando su lechita de macho. Debo tranquilizarlo… una vez más. Tengo que recordarle, que hace unos pocos meses, él decidió que me aplicaran el anticonceptivo que dura un añito, por precaución. A lo que me responde, que ese anticonceptivo, es una fórmula preparada solamente, para contrarrestar los efectos preñadores de su lechita de macho, no de otros depravados que pudiera encontrarme en la calle.
Sé que mi papi desea cuidarme, por eso debo pasar por este debate toítos los día que deseo salir a la calle. Y, por mis cortitos uniformes, toítas la mañanas, antes de irme para el colegio.