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Tenemos un profe de química, que se hace un ridículo peinado, cada vez que llegamos a su saloncito, yo inicio un masivo ataque de burlonerías contra él. El tipo parece un jodío cocatiel. Yo gozo cuando me siento en alguno de los pupitres que queden cerquitita del escritorio, cruzo mis piernitas dejando al descubierto la tentación que exhiben mis muslitos.
Como mis jumpercitos son bien cortitos, mi faldita se trepa bien arribita. Inmediatamente, comienzo a agitar rítmicamente mis piernitas, causando que mis muslitos se tensen y se relajen continuamente. Ese sexy movimiento detona una incontenible bellaquera en el profe, que lo hace perder sus habilidades motoras, y comienza a balbucear disparates. La clase prácticamente se detiene.
En ése instante, es que yo me aprovecho, y comienzo a llamarlo por ofensivos nombres, tales como, cocatiel canoso, halcón moñú, March Simpson, y otras degradantes jodiendas.
Los viernes nos reunimos en el laboratorio en vez del salón. Hubo un viernes que me quedé más tiempo, solita, en el laboratorio terminando una tarea. No me había percatado que el profe se había quedado, y me estaba tasando. Se estaba relambiendo toíto.
Súbitamente, me enganchó fuertemente con sus brazos, me levantó en calzo y me proporcionó un chinazo bien bárbaro. Me sobó mis muslitos bien enérgicamente. Me apretó mis tetitas, parecía que quería sacarme lechita. Luego sentí como su morronga creció hasta tornarse rígidamente como un roten. Mientras abusaba de mí, me expresaba, que eso era el castigo por burlarme de él frente a la clase.
Seguido, se sacó su larga morronga y la metió a través del borde de mis panticitos y alcanzó mis estrías. Introdujo vil y despiadadamente ese plátano de amor por detrás. Vi las estrellas, y no las del cielo, vi las del dolor. Yo me incomodé, estaba bien encabronaíta. Le demandé que me soltara, pero me dijo… aguanta presión nena.
Estuvo espetándome despiadadamente, su puñal del amor y la pasión, durante 20 minutitos. Luego sacó su mamerro de mi lastimado culito, volvió a quitar la protección que mis panticitos me brindaban, alcanzó mis gajitos, y metió salvajemente y sin compasión su maceta del romance en mi chochita. Allí esa maceta romántica estuvo, disfrutando de mi intimidad hasta que, descargó todita ésa pomada hombruna profundo en mi chochita. Le reclamé que por qué carajos descargó toíta su furia en mi intimidad, que me tuvo que haber dejado bien preñaíta, a lo que me contestó, pues alguien le había indicado, que yo soy una nena bien discreta y que guardo secretitos muy celosamente, por ende, no importara que él me hiciera, yo me quedaría calladita.
Al siguiente día le reclamé, que creía que él me había dejado preñaíta, a lo replicó, que eso sería parte del castigo. Aguanta presión nena…