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Nos habíamos recién mudado a esta casa antigua. Papi había contratado a unos tipos que se dedican a restaurar pisos, pues había que darle una pulidita. Esa mañana yo me pintaba mis uñitas. Me ubiqué en la sala, y allí fueron a parar los pule pisos, a joder y a sacarme de ahí. Me fui a mi cuarto y ahí fueron a parar. Me percaté de que buscaban coincidir conmigo, a de que, me fui al balconcito… y allá fueron a parar. Y me estaba encabronando pues en vez de concentrarse en su tarea, los tipos lo que hacían era ligándome todita. Estaban realizando mal su trabajo por estarme devorando con sus miradas. Así que decidí largarme del campo de su vista.
Luego me enteré, que papi había ordenado solo pulir los pisos de la sala y el comedor. O sea que mi cuartito se iba a quedar sin pulir. Eso no podía ser, a de que, me puse a maquinar. Decidí ir a la sala, en donde estaban puliendo. Me senté en una butaquita, y como tenía puesta una cortita faldita de mahón, crucé mis piernitas y comencé a moverlas suavemente y seductoramente, mostrándole lo mejor de mis muslitos. A los tipitos les entró una jodía bellaquera que se les olvidó manipular la pulidora.
Se me acercaron y me dijeron que tenía que moverme. Yo les contesté que la única manera de que me moviera, es que me levantaran con todo y butaquita. Así lo hicieron. El prietito se arrodilló y sujetó la silla por detrás y el jinchito, por el lado.
Mientras me arrastraban con todo y butaquita, al prietito, se le resbaló la mano y rozó mis muslitos. Inmediatamente los amonesté y los tipos se asustaron bien cabronamente. Pero como soy una nena bien interesada, les indiqué que podrían proseguir, si me pulían el piso de mi cuartito. Los tipos entendieron mi mensajito y aceptaron, lo harían de gratis.
Así que el negrito comenzó, a sobarme tímidamente, y a meter su lasciva mano entre mis muslitos, mientras el jinchito, alcanzó mis panticitos con su pulgar, comenzó a frotarme vigorosamente mis gajitos.
Sentí como mi chochita comenzó a supurar bastante juguito chochal, pues, jinchito burló la seguridad que me brindaban mis panticitos y metió su atrevido pulgar completito en mi chochita. Luego, jinchito se acercó más a mí, se inclinó más, me removió mi panticito y comenzó a darme brocha caliente en mi chochita. Su lengua era tan larga que parecía de jirafa. Luego comenzó a introducirla despiadadamente en mi chochita, la sacaba y la metía frenéticamente, una y otra vez, sacando grandes cantidades de mis juguitos de adolecente.
Eso me volvió loquita y embellacó al prietito a tal intensidad que, desesperadamente se bajó la bragueta y se sacó la morronga, más gorda y venosa que haya visto y se puso en turno, yo sabía que el prietito quería desesperadamente meterme ese animal que ya comenzaba a babearse. También jinchito bajó su bragueta y se sacó su carnoso mamerro. Comencé a preocuparme pues mi chochita es pequeñita y sé que no la aguantaría. Por un momento dudé de mi acuerdo, pero como soy una nena bien interesada, proseguí adelante.
Así que ambos me cogieron como al jamón del sándwich, uno por delante y otro por detrás, y comenzaron a meterme despiadadamente y sin misericordia, sus depravadas morrongas. Los tipitos estaban tan desesperados y corto de tiempo, pues en cualquier momento, papi podría presentarse.
Esas macetas del amor, eran tan inmensas que no pude aguantar y se me salió un desgarrador grito que papi escuchó. Eso hizo que los tipos incrementaran la intensidad. Sin piedad, sin compasión metían esas salchichas venosas hasta sus berrendos cojones. Desde mi violento grito, papi tardó en presentarse, solo 30 segunditos, pero ya, los tipitos habían guardado celosamente su consumé de macho adentro de mí.
Al día siguiente papi quedó anonadado al ver mi cuartito pulido, me cuestionó y le indiqué que los pulidores me lo hicieron, pues se lo pedí de favor. Lo que me preocupa es que jinchito dejó mi útero repletito con su suero de macho.