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Habían sido convocadas por él director algunas colegialas para inspeccionar el largo de los jumpercitos que vestían. Lo sospechoso es que era en los solitarios pasillos en dónde estaba la sala de facultad. El director pidió de mi ayuda y me dio una yarda para medir la longitud de sus falditas. Llegó la primera chica, Daína era su nombre, ella vestía un embellacador jumpercito bien cortito luciendo unas chupables piernitas, mi morronga rápidamente de descontroló y se alzó en son de batalla. El director me indicó que midiera la longitud de ese jumpercito, yo estaba sudando como cabro de Minga. La chica me arrebató la yarda, inmediatamente el director plantó su robusta mano sobre uno de los delicados y sedosos muslitos de la chica, simulaba que estaba midiendo usando la longitud de su mano, noté que en realidad se aprovechaba para sobarlos intensamente con mucha energía lasciva. Llevaba su pesada y áspera mano desde las batatitas de la nena hasta sus rodillitas, siguiendo por sus carnosos muslitos hasta alcanzar sus firmes nalguitas y volvía al comienzo indicándole a la chica que se turbó y debía iniciar. La nena esta en un trance. Llegó otra colegiala, Leiba, preguntando en dónde era el lugar convocado. Esta tenía un uniforme de 3 piezas con una provocadora faldita bien cortita y un muslaje lambible. Mi morronga comenzó a latir desesperadamente. Mi yarda estaba en manos de la otra colegiala, a de que comencé a medir con mis manos el uniforme de esta nena. Planté mis manos sobre esos voluptuosos y carnoso muslitos, la chica se quedó calladita y tranquilita. Me arrimé detrás de ella, le di un chino bien cabrón. Pude sentir la blandura de esas deseables nalguitas dándole gusto a mi rebosante morronga, pues no uso calzoncillos y mi uniforme, la tela es bien delgada. Mi puñal del amor vilmente me traicionó y sin ninguna advertencia reventó en borbotones de suero de cojón manchando así mis pantalones. Cuando divisé al director, el muy pervertido estaba de rodillas dándole brocha babosa y caliente a los gajitos de Daína. Tuve que retirarme, no podía continuar con mis pantalones embarraos del consumé de mis berrendos cojones.