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Todas las tardecitas, cuando salgo de la escuela, voy a mi casita, me quito mi sexy y cortitíto jumpercito, tomo una reconfortante ducha, me perfumo, me visto con cualquiera de mis cortitítos y provocativos ajuares, y tomo el metrobús para visitar a mi lindo abuelito.
Me he percatado, que siempre, en el metrobus viajan un constructor y un ejecutivo, los cuales, siempre buscan, sentarse cerquita de mí, y si yo me siento lejos de ellos, los dos, se mueven cerquitita de mí; los he visto como, todas las tardes, se deleitan viendo mis suaves y firmes muslitos. Ambos, siempre se quedan embabaos, atónitos, como dos sendos idiotas al cuadrado. Sé, que siempre toman esa ruta esperando poder verme, y así alimentar sus pupilas conmigo.
Hoy el bus se encontraba vacío, solo el conductor, los 2 tipitos y yo. Decidí irme a la parte de atrás para evitar a esos 2 bellaquitos que se encontraban sentados al frente del bus, pero los dos pendejitos parece que se habían puesto de acuerdo, e hicieron algo atrevido, se levantaron de sus asientos y fueron a parar cerquitita de mí. Se quedaron contemplándome intensamente. Sin encomendarse a nadie pusieron sus lascivas manos sobre mis carnosos muslitos tímidamente, el constructor acercó su bellaquita mano hacia mis muslitos, me comenzó a sobar muy suavemente, estaba recorriendo mis curvitas intensamente, me estaba disfrutando toíta. Como no me gusta causar problemas y escándalos, me quedé quietecita, tranquilita y muy calladita. El conductor se estaba disfrutando la escena mirando a través del retrovisor. Dejó estacionado el bus, llevó su mano hacia la bragueta, la bajó y se puñetió vigorosamente.
Repentinamente sentí, como, con un largo y duro dedo, removió el área de mis panticitos que le daba protección a mi chochita y frotó bárbaramente mis gajitos, haciendo que mi chochita supurara juguitos de juventud. Vi, como al muy cabroncito, se le salieron las babas a causa, del placer que estaba experimentando. El tipito siguió hasta que pude sentir como mis gajitos goteaban mis fluidos chochales.
El pervertido ejecutivo, quien no se quedó atrás, me acarició ferozmente mis nalguitas, y metió su mano entre ellas, y me susurró cositas bien sucias y enfermas, tales como que quería que yo, fuera a su rancho, y le ofreciera amor lujurioso a sus animales. El pervertido deseaba ver, hasta ¿dónde?, yo podía meterme la morronga de su potrito. O que, que se lo chupara a su torito semental y que tragara toda la espesa y pastosa, lechita bovina.
A la verdad, que este tipo, sí que es bien sucio.
Pero yo, lo ignoré. Entonces, el ejecutivo me frotó despiadadamente mis nalguitas y mis tetitas; mientras que el cabroncito del constructor, proseguía introduciendo en mi chochita, dos de sus duros dedos; los retorcía vigorosamente y sin piedad como si fuese una broca. El tipo estaba ordeñando afanadamente mi chochita. Yo deseaba que cesaran, pero como soy una nena que no desea causar problemas, me quedé calladita y quietecita.
Eso los excitó aún más a ambos pervertidos lo que los llevó a incrementar su despiadado acto.
El conductor comenzó a berrear como un becerro bellaco al explotar en fluidos testiculares. Los dos pervertidos junto a mí comenzaron a darme mucha brocha, me lambieron arrebatadamente mis muslitos, mis batatitas y mis nalguitas. El conductor del bus se encontraba abatido, tirado en el piso por la clase de puñetita que se hizo. Al percatarme de el bus no se iba a mover mientras el conductor permaneciera tirado en el suelo, me zafé de los dos pervertidos y me bajé del metrobus; indiferente, como si nada hubiese ocurrido, di una miradita por la ventana desde afuera, tal parece que mi indiferencia los dejó loquitos; pues ví que se estaban puñetiando despiadadamente.