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Mi maestrito de historia es un bellaquito malo que siempre se la pasa ligándonos los muslitos a las chicas que vestimos con los jumpercitos bien cortitos. Lo he visto haciendo cerebrito con nosotras y llevarse su mano a su plátano del amor y frotarlo incansablemente y nerviosamente.
Cierto día tenía que dar un informe oral de historia, él se me acercó y me exigió que me parara cerquitita de él. Que así lograría obtener una puntuación perfecta. Como soy una nena muy comprensiva, seguí sus instrucciones.
Tan pronto inicié con mi informe el muy pendejito extendió su pervertida mano la posó sobre mis muslitos y atrevidamente comenzó sobarme toíta, sin misericordia, sin prudencia. Llevaba su pervertida mano desde mis batatitas hasta mis muslitos y los apretaba con este único delirio por sobar. Yo deseaba que parara, desprenderme de él, pero como soy una nena bien complaciente y no quiero que mi maestrito se enoje, lo dejé que saciara su pervertido deseo lascivo. Al finalizar con mi informe, el muy bellaquito también me ordenó que le expresara a la clase lo agradecida que estaba por la ayuda que él me brindó.