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Es sábado, por la mañana, y me puse mi trajecito color lila y mis plataformas. Ese trajecito es de mis favoritos, pues me queda bien pegadito y es bien cortito. Me dirigí hacia la oficina de papi para pedirle prestada las llaves de la casita de playa, pues quería hacer una fiestecita solo con mis amiguitas en la playa. Pero, en ése enorme complejo de oficinas, encontrar a papi no se me hizo fácil. Al primero que me encontré y le pregunte, fue al bellaco alcohólico del conserje. El muy cabroncito quería sentir su asqueroso mamerro en mi delicada boquita, para indicarme en dónde estaba papi. Así, que me arrodillé, abrí mi tierna boquita, y recibí todo ése amor de macho. Se lo mamé bien rico y bien ruidosamente; me gusta hacer muchos ruiditos con mi boquita cuando tengo un suculento y jugoso mamerro en mi boquita. Después de mamárselo durante 20 minutitos bien rico, el conserje bombeó todo ése jugo de pingo en mi gargantita. Me lo saboreé toíto. El conserje soltó información, me dijo, que papi estaba en la oficina del contable.
Así que llegué a la oficina del contable. El muy cabroncito, se quedó embabao; me estaba devorando con su mirada. Avancé hacia él, me abrazó por mi cinturita; y mientras me sobaba mis muslitos me preguntó que buscaba. Busco a papi le dije. El muy bellaquito sonriendo con una expresión de enfermito sexual me seguía sobando mis muslitos, acariciaba mis batatitas, apretaba mis nalguitas y frotaba vigorizantemente mi chochita. El tipito se puso aún más bellaquito cuando notó que todavía yo, me estaba saboreando, la pastosa, y jugosa, lechita del pingo del conserje en mi boquita. Ahí fue cuando el tipo comenzó a lamberme mis muslitos frenéticamente. Hasta que después de haber estado disfrutando de mí un largo rato, me indicó que papi estaba en el salón de conferencias. Allí habían 3 oficinistas. Uno de ellos exclamó. ¡Eah rayos, nena! ¿Qué tú haces aquí?, Busco a papi, le dije. Entonces, uno se me pegó por detrás, y comenzó a darme un chinazo bien cabrón. Otro por el lado, se arrodilló, y comenzó a sobarme mis muslitos. El tercero, me agarró por el frente, tomó por mis cachetitos, y comenzó a chuparme mis labios. Besó bien lujuriosamente mi boquita metiendo su carnosa lengua profundo en ella. Chupó mi lengüita. De repente, paró, miró al otro y le dijo. Esta nena… sabe a leche de macho. ¿Leche de macho dijo? Eso indica que el tipito se ha metido morrongas en su boca.
Ése pervertido, se sentó en una butaca, se sacó su morronga, me agarró por mi rubia cabellera, y ferozmente metió esa gorda morronga en mi boquita hasta mi gargantita. Estaba difícil de tragar. Sentía ¿cómo? Esa cosa hacía que mi gargantita se expandiera 2 veces en su tamaño. Profundamente, ése pingo explotó en pura leche de macho bellaco. No pude saborear ésa lechita; solo la podía sentir, bien calientita, bajando a través de mi gargantita, hasta mi estomaguito. Luego, el segundo, ése era largo y duro. No era flexible. No bajaba por mi gargantita. Tuve que tomar, una postura de lechón a la varita, para poder tragarlo. 14 pulgadas y media de pura carne magra de negro bellaco pervertido. La tragué completita, ¡y sin vomitar! Este también, estalló en puro jugo de pingo, bien profundo en mi gargantita.
Luego, el tercero, su morronga era cortita, pero bien gordita. Ésa sí que pude saborearla bien rico. Hice muchos soniditos con mi boquita con esa morronga. Eso volvió al tipo bien loquito que descargó durante 30 segunditos toda su leche hombruna en mi delicada boquita. Era tanta, que con mi lengüita, yo la revolcaba como si fuese una licuadora adentro de mi boquita. Tanto así, que hice una espumosa batida de leche de pingo adentro de mi tierna boquita, la estuve saboreando como unos 10 minutitos. ¡Qué rica, que sabrosa! Pregunté una vez más. ¿Dónde está papi?
Aquí estoy, mi bebita linda. Era papi que siempre estuvo ahí deleitándose con la escena de ver ¿cómo?, Su nenita se atragantaba con 3 viles morrongas. Papi me preguntó; ¿Para qué, mi nenita chulita me buscaba?; Le dije; ¡préstame la casita de playa! Él me contestó; !claro que sí, mi bebita linda! Así que se agarró por mi cinturita, se sacó su morronga, y me sentó sobre ella. Removió mi panticitos y la comenzó a meter bien vigorosamente, en mi intimidad. La metió y la sacó despiadadamente. Le dije; ¡papi, con cuidadito, que estás salvajito, y, no me vayas a dejar preñadíta! Pero mi lindo papito, estaba tan y tan eufórico, que no pudo resistirse y me llenó con su lechita de macho. ¡Papi¡ ¿qué carajos?; le dije. Su lechita chorreaba de mi chochita. Entonces, papi me dijo, tranquila mi bebita, todo está bajo control. Toma las llaves, ve y disfruta. Eso significa, que papi ahora tiene otra opción que le permitirá estarme clavando más a menudo.